jueves, 27 de enero de 2011


Algunos entrenadores de baloncesto dicen que éste es un juego individual y la verdad es que pueden haber argumentos que no le faltan para esa consideración, por ejemplo mientras que en fútbol es bastante difícil (salvo para genios) que un jugador coja el balón en su campo defensivo y marque gol en la portería contraria, en baloncesto es más que posible coger un rebote defensivo, correr a canasta y que se produzca el tan manido “entrar hasta la cocina”, por poner un ejemplo de los muchos que se me ocurren.


También se nota sus especiales características al ser un deporte de cambios casi continuos, lo cual origina que la diferencia entre titulares y suplentes prácticamente sea invisible, pudiendo jugar 5 minutos el que sale desde el principio y 35 el que le sustituye, a lo que se une que encima el número de componentes que hay en el banquillo supera el de los que juegan (5 titulares por 7 suplentes) y todo ello para cuarenta minutos de juego real, poco más de media hora.


Y finalmente, todos lo sabemos, lo bonito siempre es la canasta y cuanto más forzada sea, más defensa tengamos encima y más ayudas salten a impedírnosla, mayor será el aplauso de la grada, aunque eso suponga que haya un compañero mejor colocado, sin defensa y encarado a canasta, a ese el público sólo lo ven cuando se falla…aunque el entrenador lo ve mucho antes.


Analicemos entonces como entrenadores como debemos valorar una acción como la que acaba de ocurrir, ¿aplaudirla si la mete y la bronca si la falla? O a lo mejor nada de ambos y todo a la vez.
Decía Pepu Hernández que “el baloncesto es un juego de pases” y sin duda es el arma maestra de nuestro juego, avanzas mucho más rápido que botando, permite cien opciones de ataque desde un simple 2 x 2 hasta el 5 x 5 y por ser, hasta es un elemento clave en el espectáculo cuando hay algún alley-hoop que permite un mate en el aire.


Sin embargo, el pase también tiene sus deméritos y es la sensación de pérdida de control mientras el balón llega a su objetivo y que tiene hasta nombre “defensa de las líneas de pase” en el que el equipo rival busca desesperadamente (bueno, o eso quisiéramos) ponerse en medio de esa línea imaginaria que define la trayectoria del balón para recuperar el preciado objeto redondo.


Ello no sucede mientras botamos, en ese momento la sensación de control es mucho mayor, ya que pueden quitárnosla sí, pero en cada intento de robo tenemos la mirada atenta del colegiado que estará dispuesta a pitarnos la correspondiente personal en cuanto vea un contacto no permitido, cosa que sucede con mucha más facilidad que el robo en sí.


Ahí es donde entra el título de este artículo, en que como entrenadores tenemos una obligación fundamental con nuestros jugadores/as, que no sólo tengan CAPACIDAD de pase, sino VOLUNTAD en darlo.


La capacidad, aparte de la innata en cada uno de nosotros, viene determinada por muchos factores, la técnica correcta empleada en su enseñanza durante toda la etapa de formación, el esfuerzo en los entrenamientos y, sobre todo la cantidad de horas de calidad usadas en su mejora. Todo ello hará lograr que el jugador tenga una capacidad de pase válida para este juego.
Pero… ¿y la voluntad de pase?, ¿es entrenable? ¿Cómo convencemos a nuestro jugador que pase el balón a un compañero que está mejor situado que él?.


Tengámoslo claro, no hay varitas mágicas, mientras la capacidad es mejorable con el trabajo diario, si el jugador no tiene voluntad de pase, lo tenemos muy difícil, en este caso el apartado metodológico y psicológico nos obliga a un trabajo extra y se basa en convencer a los jugadores que tanta validez tiene la canasta como la asistencia que logra que el jugador lance solo, que igual incidencia tiene ese rebote defensivo y ese primer pase para montar el contraataque que el que acaba metiendo la entrada, en resumidas cuentas, VALORANDO cada acción positiva en los entrenamientos y sin importarnos que el balón haya entrado o no.


Desgraciadamente es más fácil decirlo que hacerlo y muchas veces tendremos que luchar con la consabida respuesta del jugador cuando le recriminamos su excesivo individualismo del tipo: “pero…si la he metido” y ahí es donde tenemos que entrar con explicaciones claras y concretas haciéndole ver que no todo es eso y sobre todo demostrando total convencimiento en lo que le decimos, sin fisuras.


Acabo con la situación práctica planteada, imaginaos que esa canasta metida con tres defensores encima desde 5 metros y en el que había dos compañeros solos bajo el aro ha supuesto un tiempo muerto del rival, ¿qué decís en ese momento?, ¿felicitar a vuestro jugador?, ¿abroncarle por no haber pasado?, seguramente cada entrenador tendrá su respuesta, sólo puedo deciros la mía: “La próxima vez fíjate como saltan las ayudas a parar tu tiro, porque tenías a tal y cual (diciendo sus nombres) bajo canasta y habían logrado posición de tiro clara”, con ello, aparte de enseñar la otra opción que tenía el jugador demuestras a sus compañeros que no te has quedado solo en la canasta metida sino que tú, como entrenador, ves mucho más allá.