
«Después de un par de semanas de deliberación, es hora de volver al desafío de armar un equipo que pueda defender el título. Será la última oportunidad para mí, y espero un gran año»,
Y ahora digo yo, ¿qué necesidad tiene este hombre de complicarse la vida de esa manera? Y puestos a esta pregunta, ¿qué necesidad tenemos el resto de nosotros de complicarnos la vida como lo hacemos con nuestros equipos?
Ello me obliga a plantearme si, a lo mejor, no hay tanta diferencia entre uno de los mejores entrenadores del mundo con aquél que sólo tiene a su cargo a un grupo de chicos o chicas que pagan por jugar y que recibe una mísera compensación o algunas veces ni eso.
Ambos (Phil y el anónimo) sufren en las derrotas, se alegran en las victorias, intentan encontrar el famoso “equilibrio” en el equipo, se pasan las 24 horas del día pensando en como mejorarlo, en planificar, en esforzarse. En el caso de Phil se pelea con el periodista de turno que no respeta su trabajo, el anónimo tiene al típico padre o madre que tampoco respeta su trabajo.
Todo eso y más cosas, durante el tiempo que dura la temporada, ocasiona un desgaste bestial y por eso, cuando finaliza la misma (incluso antes), tanto Phil como el anónimo están dispuestos a dejarlo, pero vamos, están tan convencidos que se lo han contado a la familia, a sus amigos (filtraciones a la prensa) y a cualquiera que se tercie.
Pero hete aquí, que, una mañana te levantas y dices, el año que viene voy a ver si el equipo es capaz de…¿¿¿??? Y te quedas poniendo cara de que narices estás diciendo…Pero… ¿no lo iba a dejar?, bueno, mira, quizás, a lo mejor, si acaso… venga, vale, un año más, pero sólo uno eh, prometo que éste es el último y, ese mismo día, comienzas a planificar.
Phil Jackson dice que seguirá “sólo un año más”, el anónimo también. ¿Los creemos?
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